jueves, 15 de mayo de 2008

EL RADICALISMO DE LOS TZANTZICOS

Entrevista a Ulises Estrella* por Hernán Ibarra**
Hace cuatro décadas, se procesaba en los ambientes culturales de Quito el surgimiento de un grupo cultural. Se trata del Grupo Tzántzico, constituido por jóvenes intelectuales que buscaban romper con el provincianismo del medio. Cuestionaban las formas culturales establecidas con recitales y happenings. Era una propuesta que establecía una conexión con los hechos culturales de América Latina y el mundo. Frecuentemente el papel de los Tzántzicos ha sido repudiado o mitificado. Una evaluación de su papel, debe contar con la palabra de sus protagonistas. Un recorrido por las circunstancias de la aparición de los Tzántzicos y su trayectoria permiten precisar también las coordenadas políticas y culturales de la década del sesenta. Esta es la intención de la entrevista con Ulises Estrella, reconocido miembro y promotor de ese movimiento cultural.
Hernán Ibarra: Quiero que rememores el origen de los Tzántzicos, ¿Que afinidades había entre los integrantes del grupo? Obviamente hay una afinidad generacional, pero algo hizo que este grupo surgiera.
Ulises Estrella: Estamos hablando del año 1961, cuando teníamos 21 años la mayoría de integrantes, yo mismo tenía 21 años cumplidos. Habíamos recorrido el camino de la búsqueda poética en el marco de la Universidad Central. Compartíamos una cantidad de ideas como estudiantes de la Facultad de Filosofía sobre todo. Habían esas jornadas culturales que presentaba la Facultad, traía periodistas de América Latina y eventualmente algún poeta. Estábamos en un ambiente muy cerrado y eso era una sorpresa, pero la sorpresa mayor fue precisamente en noviembre de 1961 cuando llegó el poeta argentino Leandro Katz que traía toda una tendencia de la poesía argentina de ese entonces, integrada alrededor de la Revista Airón, una palabra que significa un ave que recorre libremente.
El encuentro con el Poeta Leandro Katz fue simultáneamente el encuentro con el pintor cubano René Alis que venía de Colombia con su esposa Elizabeth Rumazo. Ambos pintores llegaban de Colombia percibiendo y participando en cierto sentido en el movimiento Nadaista. Son esos azares -como dice Octavio Paz, el azar electivo-, y el azar electivo es que pasaron por la Universidad Central y supieron que habían poetas jóvenes y nos reunimos precisamente a intercambiar todos estos criterios. Antes nosotros habíamos incursionado en un pequeño grupo con Fernando Tinajero, Bolívar Echeverría y Luis Corral como compañeros de estudios de la Facultad de Filosofía y hacíamos programas radiales como una actividad, como una especie de izquierdización del famoso grupo poético Umbral. Éramos los nuevos Umbral. Liza y René Alis nos invitaron a una reunión en casa de José Rumazo el padre de Liza. José Rumazo era un hombre de la familia Rumazo pero muy socialista, poco escritor, pero más político. Al contarnos de esa experiencia y al ver nosotros la necesidad de formar un nuevo grupo que se deslinde de toda la cuestión negativa y estancada que existía en la literatura ecuatoriana, al hablar de los nadaistas, del grupo Umbral, se nos ocurrió el nombre en una noche de tertulias larguísimas y por supuesto matizadas con rones; salió así espontáneamente, en una reflexión sobre la cultura, un nombre que identifique la cultura, surgió el nombre Tzántzicos, palabra sacada de la tzantza de los shuar. Recuerdo que en esa noche René Alis hizo un dibujo de la tzantza.
Tomando en cuenta además que nosotros teníamos interés por el teatro, incluso estábamos tentados en hacer un grupo de teatro primero antes que un grupo poético o simultáneamente las dos cosas, porque también nos dolía que no haya un movimiento teatral en el Ecuador, que todo esté dominado por Paco Tobar. Ahí mismo en esa casa, en la Av. Colombia (dicen que todavía está la casa viejísima, abandonada), ensayábamos una obra de Beckett, Esperando a Godot. Con motivo de eso se fueron integrando otras personas: Alvaro San Felix, Marco Muñoz Velasco. Estábamos interesados en ir vinculando el teatro y la poesía, pensando precisamente en que la poesía no era solamente una poesía leída sino una vena teatral, una teatralización. Nos juntamos, redactamos primero el manifiesto que tenía cuatro partes muy claras; la primera, estar con la revolución cubana, con el movimiento intelectual que se generó a partir de 1959 y que abarcaba toda Latinoamérica, hacer una crítica directa de lo que estaba sucediendo en el país, años convulsos como fue el año 61 y al mismo tiempo salir del provincianismo, salir de esa cerrazón que existía. Se hizo el primer manifiesto y acudimos donde otros intelectuales no para ser asesorados, sino más bien para compartir las inquietudes de lo que estábamos haciendo.
Sebastián Romero

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