jueves, 24 de enero de 2008

Concepcion del territorio




  • El primero criterio de concepción del territorio, un criterio predominantemente agrícola, por medio del cual se conjugaba la concentración de fuerza de trabajo con unidades de espacio (ayllus).
  • El segundo los criterios utilizados para el manejo de grandes extensiones, en los que pesaba más el aprovechamiento del territorio que su continuidad o exten­sión; de allí la expresión de «archipiélago» em­pleada para designar el sistema implantado por los incas, cuyas características primordiales las sintetiza Bákula de la siguiente manera: «vertical», porque los incas controlaban e! máximo de pisos ecológicos aprovechando la complementariedad de recursos y producciones en función de la alti­tud; «horizontal», porque era necesario que fun­cionaran los sistemas de reciprocidad y redistribu­ción; y «estructural», por la división de la sociedad andina en decenas de grupos técnicos diferencia­dos por sus ritos, creencias y lenguas.
  • El tercer fundamento sería el de la noción de frontera, que no existió en el sentido actual. Re­sulta inapropiado hablar de los «límites» del Tahuantinsuyo, pues los pueblos o ciudades de la periferia fueron más bien «zonas de contacto más o menos fluidas» y entre las cuales era imposible trazar una línea de demarcación. Este sería el ca­so de la. zona norandina o Andes septentrionales, hoy Ecuador, en donde se dieron tres áreas de in­tegración o unificación política: la primera, una zona de auténtica presencia incaica, partía de la cuenca del río Chira para seguir por el callejón interandino, y tenia su eje en Tomebamba (hoy Cuenca), a la que se le denominó otro-Cusco; la segunda, cuyo eje fue Tacunga (hoy Latacunga), también un establecimiento inicial incaico de ti­po otro-Cusca; y, por último, la actual región de Quito, hasta el norte de Ibarra, en la que predo­minaron los mitmaj, conocidos en este caso como mitimaes.

Al mismo tiempo, la división del Tahuantinsu­yo en dos sayas (<Hanan, arriba; Hurin, abajo) trascendió e! nivel cosmogónico; por un la­do permitió que el avance de los incas hacia otros pueblos se sostuviera desde el centro; y, por otro, porque al ser la dualidad un rasgo de civilizacio­nes antiguas cuya huella también se marcó en los Andes, la presencia incaica resultaba «menos odiosa», puesto que se compartía un principio esencial, mágico y político de organización.

Oscar Peñaherrera

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